A las doce del mediodía y en el centro de la ciudad no hay nadie por las calles, estás completamente sola. Te apoyas en la ventana y te refugias en sus reflejos: lo ves todo de plomo, un día malo más en una urbe que ha dejado de rugir.
Tu mente está en una cárcel de alquitrán, esas que el amor construye. Y es que llamó a tu puerta y no le abriste, y ahora te arrepientes. Lo bueno que tienen los errores es que se pueden revertir, y eso decides intentar.
Años más tarde recuerdas el día de las calles desiertas, cuando le diste un vuelco a tu vida. Estás en Nueva York y entre sus gentes. Vuelves a casa después de una jornada gris. Él está preparando la cena, George Benson de fondo. Te apoyas en la ventana y te refugias en el reflejo de su sonrisa.

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